Algunos que ya me conocen saben que tengo una niña de tres años y que tuve un parto estupendo pero por desgracia un posparto horrendo…. Pero esta vez os quiero hablar de mi segundo parto… porque aunque fue un trabajo profesional (mi primer reportaje de parto) lo viví como si yo misma fuera a parir. Y es que en realidad yo también estaba pariendo un proyecto, dando a luz al primer reportaje del nacimiento de un bebé.
A Laura la conocí muy avanzada pero conectamos desde el principio. Para mi es muy importante empatizar con la futura mamá cuando voy a realizar un trabajo como este y Laura fue muy franca desde el principio, me contó como había sido su embarazo y enseguida pude conectar con su sentimientos, con su desesperación y a la vez con su fortaleza. Mi madre siempre dice “Hay madrecillas, madres y madrazas” sin duda Laura me demostró que tras todas estas adversidades ella es una madraza.
Este parto me enseñó una lección muy importante para poder desempeñar este trabajo. Un parto son muchos partos a la vez, son tantos partos como personas hay expectantes de la criatura, todo el mundo tiene su manera de vivir el acontecimiento y en este caso me tocó a mi tener mi propio punto de vista. Mi propio recuerdo de esta historia. No dormía por las noches pensando que Laura o Sergio me iban a llamar para que saliera corriendo al hospital. Pero nada más lejos de la realidad, estaba de compras en un centro comercial cuando de pronto me llama Laura y me dice; “¿Sabes con quién vas a dejar a Mar? Pues vente que esto es una cesárea programada”. Yo ya tenia colocada hasta a la tortuga al vecino para poder salir corriendo a tomar esas deseosas fotografías, pero me angustiaba pensar que en una cesaría de urgencia no me dejarían entrar. “No pasa nada” pensé, “Fotografiaré todo lo que pueda”.
Sinceramente creo que a Sergio todo esto le parecía una locura. ¿Una fotógrafa en el parto? A mi no me gustan las fotos… le faltó decir. Pero creo que poco a poco me fui ganando su confianza. Entre risas y silencios pasamos un rato agradable en la habitación hasta que una llamada nos silenció a todos. Tras unos segundos en vilo Laura nos dijo: “Ya vienen a buscarme”. De pronto yo ya tenia un traje azulen mis manos y Laura entre contracción y contracción me dijo sin vacilar: “Tú entras”. Así que me vestí y bajamos los tres a quirófano.
Fueron los minutos mas largos de nuestras vidas. Sergio no veía el momento de que le avisaran para poder entrar y acompañar a Laura. Y yo no perdía detalle con mi cámara. Creo que entonces fue cuando él entendió que estaba haciendo yo allí. Sabia que no iba a entrar a fotografiar el momento en que Emma naciera y poco después, la anestesista me lo confirmaba “de ninguna manera puedes entrar, esto es una cesárea de urgencia”. Más tarde salían con Laura medio anestesiada y con unas palabras muy derrotadas me repitió: “ lo siento Sonia, lo siento”. ¡Más lo sentía yo! de no poder regalarle este preciado momento, las primeras fotos de Emma, mientras nacía, su nacimiento. Pero respiré hondo y le dije, “no importa Laura, todo va a salir muy bien”.
Me quedé a la espera de que saliera para hacerle las fotos con Emma en brazos y perdí completamente la noción del tiempo, vestida de azul, con una cofia muy cool, una mascarilla asfixiante y unos patucos de seguridad solo pensaba en que todo tenia que salir bien, que Laura se lo merecía y que yo estaría allí para no perder detalle y que ella lo pudiera ver después. Sin casi apreciarlo, apareció una profesional vestida de verde con una cofia más cool que la mía “ponte esto y entra ¡corre! que Emma va a salir”. Siempre recordaré la pregunta absurda que le dije “¿pero puedo hacer fotos?” ¿y a que si no?, y allí estaba segundos antes de ver como la pequeña de la casa nacía con mucho tacto, con mucha prudencia y cariño, los profesionales ayudaban a Emma a salir.
Las horas posteriores fueron muy emotivas. Cuando subimos a la habitación ya había llegado más familia. Cada uno con sus dudas, cada uno con ganas de abrazar al padre y preguntar como había ido todo. Yo creo que si mi cámara no fuera un objeto inerte hubiera llorado de emoción, nervios, alegría, angustia, todos y cada unos de los sentimientos que pudo captar en ese momento, tan especial, tan esperado y tan brillante que ofrece siempre la llegada de una nueva vida.